Por muchos lugares a los que viaje, culturas que conozca, personas con las que comparta experiencias, nada de ello es comparable a la búsqueda de quien soy.

Dicen que cuando nacemos, las personas somos puras, genuinas, bellas y con el paso de los años la vida va agregando hebras de hilo que se adhieren a nuestro ser, tapando, haciéndonos olvidar la esencia que alberga nuestro interior.


En estos años de trabajo terapéutico he aprendido que la ayuda, el apoyo, incluso la confrontación, no sirve de nada si la persona que acude en su busca no se entrega a la experiencia de vivir cada día en el aquí (emoción) y el ahora (cuerpo).


Los matices que nos hacen diferentes, son los responsables de que cada experiencia sea única e irrepetible. Y si me dejo sentir los años vividos, me devuelven la existencia de un elemento común, para el encuentro conmigo y con en el mundo. La palabra, o lo que es lo mismo, 
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romper el silencio.